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Guillermo Gutiérrez

4. EL ENCUADRE



El taller constituye, básicamente, un acuerdo de trabajo entre dos partes: el tallerista y el grupo (los participantes). El pacto es reflexionar grupalmente en torno a un tema propuesto y por un tiempo determinado.


Al comenzar el taller, ya este acuerdo ha sido implícitamente establecido y ha pasado por varias etapas preliminares, como la selección de la metodología y el tema, el diseño del taller, la convocatoria al taller, las inscripciones y otras. Frecuentemente, los participantes conocen también previamente al tallerista o a la institución que representa.


El encuadre, parte inicial del taller, ratifica y clarifica este pacto previo. Su función es explicitar los elementos del acuerdo esenciales para su adecuada ejecución. En otras palabras, el encuadre define las reglas del juego necesarias para el buen funcionamiento del taller.


El encuadre es una intervención de valor universal, es decir, en todo trabajo grupal es prudente comenzar la intervención estableciéndolo. Sin embargo, el encuadre específico varía de una metodología a otra, es decir, cada modelo de intervención grupal propone su propio encuadre. Por ejemplo, no es igual el del Taller Reflexivo que el de la Conferencia-taller o el Grupo Operativo. En consecuencia, al elegir cualquier metodología para aplicarla, debemos comenzar por familiarizarnos con su encuadre.



  • Objetivos del encuadre


El encuadre cumple con varios objetivos fundamentales:


  • En primer lugar, delimita el trabajo a realizarse y la metodología usada para tal fin. Define así que se va a hacer y cómo, e implícitamente, que no se va a hacer. De esta manera, permite a los participantes confrontar sus expectativas y compromisos al comenzar el taller. Esto le posibilita al grupo ubicarse respecto al evento.


Veamos ejemplos de esto. En el encuadre se define la metodología con la frase de “construir juntos”, es decir, construir grupalmente opiniones, propuestas, sugerencias y también preguntas sobre el tema del taller. Esto implica que los participantes deben esperar que se realice un trabajo entre todos y comprometerse con esto. Por el contrario, no se pretende ni se admite una exposición magistral de parte del tallerista o la apropiación del taller por dos o tres líderes. En estos casos no se estaría presentando la construcción grupal.


También en el encuadre se expresa el requisito de escucharse. Esto conlleva a que mientras una persona hable, los demás estarán prestando atención y, por el contrario, el tallerista cuestionará cualquier rumor o alegato que vaya contra la escucha metódica y ordenada propuesta.


  • En segundo lugar, el encuadre les brinda tanto a los participantes como al coordinador las garantías mínimas y esenciales para realizar la reflexión grupal. Provee esto al proponer un objetivo, una metodología y unas normas precisas.


Ilustremos esto con un ejemplo. No sería posible realizar un taller si los integrantes del grupo no se comprometieran a respetar las opiniones de sus compañeros... ¡Esta garantía, simple y llanamente tiene que ser incluida en el encuadre!


El encuadre no obedece al capricho o arbitrio del tallerista. Por el contrario, tiene una sólida sustentación teórica y ética inherente a la metodología y previa a cualquier taller. Constituye la propuesta de un pacto civilizado que hace posible el trabajo y beneficia a todos los que están en el taller. Esto implica que el tallerista debe asumirlo, de igual manera que los participantes. Significa, igualmente, que la mayor parte del encuadre – la parte básica de éste – no es negociable.


  • En tercer lugar, el encuadre permite situar la normatividad en el acuerdo y no en el tallerista. El coordinador no se impone de ninguna manera al grupo. Simplemente administra el pacto. Su mensaje implícito es: “Estamos aquí trabajando juntos porque tenemos un libre acuerdo de reflexión grupal y porque ese acuerdo es funcional. Por eso todos asumimos las normas y la metodología”. Esto tiene varias implicaciones de gran relevancia:


Desde esta perspectiva, el coordinador no asume unlugar de autoridad en el taller. Sin embargo, esto no significa una invitación a la permisividad en el trabajo grupal. El tallerista administra instrucciones y límites durante toda la sesión, pero siempre con base en el encuadre, en sus criterios y basado en una relación respetuosa y argumentativa con el grupo.


Consecuentemente, los cuestionamientos, las infracciones y los obstáculos en el grupo se resuelven por la vía de la palabra, es decir, el tallerista habla con el grupo sobre ellos y, allí donde sea viable negociar, lo hace.


De otra parte, el coordinador debe evitar interpretar las infracciones de los participantes a título personal, es decir, como si el grupo estuviera haciendo algo contra él. Por ejemplo, suposiciones como “Lucas está hablando con la persona que está a su lado porque quiere sabotear mi trabajo”, o “Susana insiste en hacer chistes porque quiere molestarme” constituyen una evaluación inapropiada de estas situaciones, la cual generará muy probablemente efectos adversos sobre la relación entre el coordinador y el grupo.


En contraste, ante las infracciones, es prudente que el tallerista asuma una postura investigativa. Esto implica que se interrogue sobre lo qué les pueda estar pasando al grupo o al participante con el encuadre: ¿No lo entiende? ¿Tiene resistencias a éste por algún motivo de su historia? … etc.


Si es necesario, procede a intervenir de manera serena y neutral dichas infracciones, reencuadrando (recordando al participante o el grupo la parte del encuadre que están infringiendo) o investigando con los participantes mismos que es lo que les sucede.


  • Finalmente, el encuadre y su administración durante la intervención se convierten en el factor regulador de las relaciones en el taller: entre el coordinador y los participantes y entre todos y el trabajo a realizar durante toda la sesión. En otras palabras, si el tallerista de entrada establece un buen encuadre y es hábil en el manejo de éste, es de esperarse que su relación con el grupo y con la labor a ser ejecutada sean claras, fluidas y productivas.


Esto conlleva a situar la responsabilidad en el manejo de la sesión, incluido el manejo de los cuestionamientos, obstáculos e infracciones en el tallerista y no en el grupo. Es el coordinador, a través del encuadre y de su manejo quien debe regular al grupo y no lo contrario. En otras palabras, ante situaciones como el incumplimiento de los subgrupos al realizar tareas asignadas o el desorden en el grupo al participar durante la plenaria, el coordinador debe evitar “culpar” a los participantes e interrogarse qué le puede estar sucediendo en su administración del acuerdo y tomar los correctivos adecuados.


Es importante, al diseñar y expresar el encuadre, explicitar lo estrictamente necesario a fin de que produzca impacto sobre el grupo. Adicionarle elementos innecesarios o irrelevantes lo desdibuja. Por esta razón, cada palabra del encuadre debe ser calculada previamente al taller.


Una recomendación bastante útil en este sentido consiste en bosquejar el encuadre en una pequeña tarjeta o ficha y guiarse por ella al comenzar el evento. De esta manera se evitan las oscilaciones producidas por la improvisación o el estado anímico del tallerista: encuadres demasiado extensos o retóricos pero imprecisos o encuadres recortados, que omiten elementos esenciales. Ambos polos afectan de entrada el desarrollo del taller.


  • Partes del encuadre

El encuadre puede incluir los siguientes elementos:

  1. Presentación personal, profesional e institucional del coordinador. Se recomienda ésta sea lo más sobria posible. El objetivo es simplemente que el grupo tenga una idea suficiente de quien es su interlocutor, no que se impresione ante la formación del tallerista.


  1. Nombre del taller y bienvenida. Frecuentemente se trata simplemente del tema mismo del taller, por ejemplo, “La resolución de conflictos en la familia.” En caso de que el nombre del taller no sea el tema, debe mencionarse también cual es la temática de la sesión. Por ejemplo, “Ataca el problema y no a la persona - Taller sobre la resolución de conflictos en la familia.” Se agrega luego, un cordial saludo de bienvenida.


  1. Metodología. Se define simplemente como “construir juntos”. Luego, se explica que es lo que se construye en el taller con palabras como: “vamos a construir juntos anotaciones, planteamientos, propuestas, respuestas e incluso preguntas respecto al tema del taller.”


Es fundamental que la metodología quede clara paralos participantes para que puedan comprometerse con el acuerdo de trabajo. Con tal fin, se puede comparar el Taller Reflexivo con untaller de carpintería donde seconstruye un objeto entre todos;ose puede establecer el contraste entre una clase magistral y un taller.


El objetivo del taller – la reflexión rigurosa sobre el tema de la sesión – está incorporado de manera implícita en la postulación de la metodología de la manera descrita. Al construir entre todos las anotaciones, planteamientos, propuestas y preguntas mencionadas, se genera reflexión en el grupo.


Opcionalmente, el coordinador puede explicitar el objetivo planteando que en el taller se trata de “construir juntos reflexión sobre el tema de la sesión.” Luego, explica de manera precisa que es lo que se construye en el taller.


  1. Introducción de las normas. Consiste en unas frases que las anuncian y las conectan apropiadamente con la parte anterior del encuadre. Por ejemplo: “Para realizar el taller, es importante comprometernos a respetar varias normas fundamentales.”


  1. Normas básicas. Son tres de ellas, indispensables en cualquier taller con adultos. Cada una de ellas se nombra y, luego, se explica:


  • Respetar el orden de la palabra, es decir, siempre habla una persona al tiempo mientras las demás escuchan.


  • Respetar las opiniones y posiciones de los otros, no importa que tan extrañas o diferentes nos puedan parecer. Se enfatiza también aquí que “no se trata de llegar a un acuerdo.” En el taller, se pueden admitir planteamientos que sean opuestos e, incluso, contradictorios entre sí. También se puede señalar como la opción de “compartir en la diferencia, es decir, compartir a pesar de la diferencia en opiniones.”


  • Evitar exponer asuntos íntimos o profundizar en temas personales, debido a que el taller no es un espacio terapéutico. Para tratar este tipo de asuntos – íntimos o personales - se requeriría de un escenario terapéutico, como el consultorio de un psicólogo. Por este motivo, en el taller se habla sobre las opiniones acerca del tema de la sesión y no sobre las vivencias. Además, no se profundiza en los asuntos específicos de ninguno de los participantes.


  1. Normas especiales o “anticipaciones”. Como su nombre lo indica, estas son reglas del encuadre que se incluyen según el grupo con que se va a trabajar. Corresponden a la previsión de situaciones específicas sobre las cuales es importante advertir al grupo, de aquí el nombre de “anticipaciones”. Deben incluirse solo si se considera que son imprescindibles y deben aparecer claramente sustentadas.


Veamos ejemplos frecuentes de anticipaciones:


  • Al trabajar con adolescentes, es conveniente encuadrar el manejo del espacio y los recursos físicos. La experiencia nos ha mostrado su gran propensión a jugar y a desbordarse con los recursos materiales durante el taller, si no se establecen acuerdos sobre ellos. Esto incluye señalar si hay algún cuidado especial a tener con el lugar del taller o los implementos disponibles (tableros, equipos electrónicos, mesas de juego, restaurante, libros disponibles para el taller, etc.) y explicar por qué.


  • Al realizar el taller con personal de empresas o instituciones en su propio escenario de trabajo, es importante establecer normas especiales como, no estar saliendo del taller para averiguar sobre sus labores, hacer llamadas de trabajo o firmar documentos. Se sustenta que la reflexión en el taller exige de la atención y la escucha plena de todos, exige del compromiso de todos con el taller. En general, para no propiciar estos obstáculos, se sugiere hacer el taller o talleres en un espacio externo al escenario laboral.


  • Dentro de las anticipaciones se pueden incluir aspectos como las restricciones de comer, consumir bebidas o fumar dentro del aula del taller. Puede agregarse, por ejemplo, la invitación a no retirarse del salón durante la sesión o la indicación de no circular por un área restringida.


  • En la actualidad, con frecuencia se hace indispensable algún tipo de regulación y de negociación con el grupo respecto al uso de tabletas electrónicas o celulares durante la sesión. A menudo, se propone que los participantes guarden sus “tablets” y apaguen sus celulares. En otros, se permite que pongan sus celulares en modo “silencio” o “vibración” y solo contesten en caso de real emergencia. Ante la posibilidad de abusar de esta propuesta, en algunos eventos, se adopta la medida radical de solicitar a los participantes entregar sus celulares para ser guardados a la entrada del evento. En todas estas instancias, se explica a los participantes la razón de esta normatividad.



  • Encuadre aportado versus encuadre construido


En la práctica, hay dos modalidades de encuadre que son radicalmente contrastantes y entre las cuales el tallerista puede elegir: encuadre aportado versus encuadre construido.


El encuadre aportado, como su nombre lo expresa, es aquel que el tallerista brinda completo al iniciar el taller. La conceptualización previa sobre el encuadre y el ejemplo dramatizado en el video corresponden a esta modalidad. En contraposición, el encuadre construido es aquél que, consecuentemente con su denominación, se construye con el grupo al comenzar la sesión.


Debido a sus características, el encuadre construido es frecuentemente utilizado al realizar secuencias de Talleres Reflexivos con grupos de zonas rurales, adolescentes, niños o grupos en intervención social-comunitaria.


En general, se sugiere para el taller que el facilitador simplemente aporte el encuadre. Se recomienda recurrir al encuadre construido solo si se presentan varias condiciones especiales:


  1. Cuándo hay disponibilidad de tiempo. El encuadre aportado tiene una duración de alrededor de 5 minutos, mientras que el encuadre construido puede tomar entre 20 y 30 minutos. Desde esta perspectiva, no tiene sentido asignarle tiempo a este tipo de encuadre cuando solo se va a realizar una sesión de 2 ó 3 horas. Por este motivo, en general, se hace encuadre construido con el grupo cuando se trata de una secuencia o ciclo de talleres.


  1. Cuándo hay en el grupo un franco desconocimiento de la metodología. A veces, hemos realizado talleres en distantes zonas rurales en las cuáles los participantes no saben nada sobre el modelo de taller. En estos casos, puede ser conveniente construir con ellos el encuadre. Por el contrario, este tipo de acuerdo no aplica para grupos que están familiarizados con la metodología debido a que han participado en talleres previos.


  1. Cuándo la construcción del encuadre aporta elementos valiosos al grupo, más allá de la reflexión sobre el tema. En este caso, se pretende agregar intervenciones centradas en la dinámica grupal y en la ética, es decir, intervenciones que pueden favorecer la instalación de vínculos entre los participantes al comienzo del proceso grupal o que apuntan a que ellos reflexionen sobre el sentido ético de la normatividad y se comprometan con ésta.


Por ejemplo, al trabajar con un grupo de una zona rural distante y hacer el encuadre construido, se facilita que los integrantes se vayan conociendo – a medida que debaten sobre el encuadre que proponen – y se vayan empoderando en el taller, es decir, vayan construyendo confianza con sus compañeros y con el tallerista, aspectos esenciales para el avance del trabajo grupal.


De manera análoga, cuando se trabaja con adolescentes el encuadre construido, ellos se sienten escuchados, respetados e incluidos y, con frecuencia, su compromiso con el encuadre es mucho mayor, debido a sus aportes y reflexión sobre éste. De hecho, a menudo los participantes que han construido su encuadre son insistentes en reencuadrarles a sus compañeros cuando cometen infracciones a éste.


En caso de construir el encuadre con el grupo, en la primera sesión se puede dividir el grupo en subgrupos y solicitarles que desarrollen un graffiti (Ver la técnica: graffiti), con base en la siguiente pregunta:


¿Qué reglas (o normas) proponen para la realización del taller (o los talleres)?


Después de 10 ó 15 minutos, cada subgrupo presenta su graffiti, se comenta sobre el material del grupo y se sintetiza el encuadre, a partir de los aportes de los participantes.


En caso de que hayan omitido alguna de las normas esenciales del taller (escucharse, respetar la diferencia y no exponer asuntos íntimos), el facilitador la agrega.

















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